miércoles, 22 de junio de 2016

ROCKO

Llegaste a nuestra vida con apenas tres meses de edad. Un cachorro juguetón y travieso que nos enamoró nada más entrar por la puerta de casa.





Jugabas con tu mordedor y saltabas y corrías y nos seguías a todas partes para que te lo tiráramos y poder correr detrás de él a cogerlo.
 Hacías tus trastadas como morderlo todo y nos mirabas con esa cara de no haber roto un plato. 


Tenías la gran afición de coleccionar calcetines; todos los que encontrabas y alcanzabas a coger iban a parar a tu cesta. Que nos faltaba alguno, sabíamos que teníamos que ir a buscarlos allí.


Recuerdo tus primeros paseos, cuando te ponía el arnés y te espatarrabas porque no estabas acostumbrado y no querías salír con él. Pero te acostumbraste y luego había que sacar fuerza para poder pararte de lo deprisa que ibas, tirabas y podías con todos por tu afán de ver y oler todas las cosas que había en la calle. Siempre descubrías alguna cosa nueva. Después cambiamos el modelo e ibas orgulloso con tu collar.


El tiempo pasó y fuiste creciendo y cada día dabas ese cariño incondicional y esa lealtad que conocen los que tienen un perro. Dabas saltos, besos y abrazos cuando entraba en casa, aunque hiciera solamente cinco minutos que me había ido. Así eras tú, todo cariño y bondad.


Elegiste tu sillón y lo cuidabas para que nadie se sentara en él, lanzabas esa mirada y esa pose de "esto es de mi propiedad".
Cuando te daba por jugar era imposible poder hacer nada, ni las camas ni limpiar. Que buenos ratos me hiciste pasar, cuantos juegos y cuantas risas me sacaste.


Te camuflabas entre los peluches y te quedabas quieto retando a que te dijeran algo.




O salías a la terraza a tomar el sol y te pasabas un buen rato tan a gusto.


Pero el tiempo pasa y no perdona y te hiciste mayor, un abuelete que se pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo.




Aunque de vez en cuando buscabas tus posturas para relajarte.











Tuviste tus momentos malos como las operaciones y las enfermedades que nos preocupaban a todos, pero superaste todo y seguiste adelante dándonos tu compañía y tu amor incondicional.
Que mal lo pasabas en tus visitas al veterinario... Y eso que te trataban con todo el cariño y la paciencia del mundo, a pesar de las broncas que les echabas.


Lo mismo hacías en tus visitas a la peluquería, no te gustaba nada de nada que te cortaran el pelo.


Llegaron los achaques de la edad.... Te metías por cualquier sitio y no eras capaz de salir y me mirabas con esa cara de susto como diciendo sácame de aquí.



Pero llegó la hora de partir y te fuiste con tus quince años, tranquilo, estuvimos a tu lado hasta que te dormiste en paz.... Nos dejaste una gran tristeza y un gran vacío, pero a la vez felices de saber que tuviste una buena vida, llena de cariño y amor, tanto como  el que tú nos diste a nosotros.


Adiós compañero, hasta que nos encontremos en el puente del arcoiris.